La jerarquía eclesiástica ha pretendido mostrar a la Iglesia Católica como un frente único. Sin embargo, las nuevas demandas de la sociedad civil se proyectan en la formación de un espectro de grupos disidentes católicos. El fenómeno no es nuevo.
Las fronteras entre el poder estatal y religioso nunca han sido completamente nítidas. Las divisiones en el seno de la Iglesia muchas veces se han identificado con partidos políticos de izquierda a derecha.
Con la llegada al Papado del cardenal Joseph Ratzinger, la polarización en el seno de la Iglesia se ha acentuado. La rigidez de Benedicto XVI genera disenso entre los fieles y los discursos progresistas religiosos, herederos de la Teología de la Liberación, se fortalecen en nombre de una Iglesia “tercermundista”, inclusiva, pobre y austera.
“Los excesos del Concilio Vaticano II (una renovación de la doctrina católica acorde a las exigencias de los nuevos tiempos en 1962-1963) han generado un catolicismo débil frente a otros cultos y sectas cristianas distanciados de la doctrina romana”, dice Benedicto XVI.
Dentro de la Iglesia Católica existen grupos tradicionalistas, conservadores y progresistas.
La derecha suele expresar ideas del Arzobispo francés Marcel Lefebvre (fallecido en 1991), que se opuso a las reformas doctrinales del Concilio
El lefebvrismo existe en la Argentina. En varias oportunidades, el ex Arzobispo de Paraná, monseñor Adolfo Servando Tortolo, invitó al país a su homónimo francés Marcel Lefebvre, líder de este movimiento excomulgado por el Vaticano. “No faltan agrupaciones reconocidas por la Iglesia sumamente influenciadas por esta forma de fundamentalismo”, opina el Padre Eduardo de la Serna de la diócesis de Quilmes. El Instituto del Verbo Encarnado (IVE) de la Diócesis de San Rafael o la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (FASTA) son ejemplos emblemáticos. “Estos movimientos tradicionalistas muchas veces se sostienen mediante alianzas políticas, pero no necesariamente. A veces son fundamentalistas temerosos que reaccionan afianzándose con intransigencia al pasado. Manejan ideas estrictas y cerradas ante el aborto, la homosexualidad, el divorcio, las madres solteras, el concubinato, el sacerdocio de mujeres y la anticoncepción”, dice el cura.
“No sabría decir qué idea de lo político podría tener un hombre como el Arzobispo de La Plata (monseñor Héctor Aguer). Quizás una monarquía decimonónica, pero seguramente no una democracia, lo cual es verdaderamente preocupante”, sostiene el Padre.
Clérigos como Emilio Ogñenóvich (Arzobispo emérito de Luján), el ex obispo castrense Antonio Baseotto o Jorge Lona, obispo de San Luis, se inscriben dentro del modelo llamado de “cristiandad integrista”, una concepción teocrática que pone el acento en el poder institucional de la Iglesia, por encima de los poderes civiles.
Dentro de una postura ortodoxa, existen matices. La Conferencia Episcopal Argentina presidida por el Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, congrega de manera permanente a los Obispos de la República Argentina en comunión con el Papa. Esta institución doctrinalmente conservadora, muestra cierta preocupación por las cuestiones sociales y propone una “evangelización de la cultura” para impregnar la sociedad de valores cristianos.
Más alejados del conservadurismo, se encuentra el “cristianismo modernista”, entre quienes destaca el obispo de San Isidro, Jorge Casaretto, en defensa del diálogo, el pluralismo ideológico y una absoluta autonomía entre Estado e Iglesia.
“Creo que los cristianos deben participar en lo político. No hablo de partidos políticos clericales, sino del peronismo, el radicalismo o socialismo. Personalmente cuando un partido lleva el título de ‘católico’ me provoca cierto espanto, pero puede ser otra opción”, opina el Padre De La Serna, también coordinador del grupo de Sacerdotes Carlos Mugica (o OPP), quien se reconoce en el “cristianismo liberador”, que promueve el protagonismo de los sectores populares en lo político, cultural, social y religioso. “La Teología de la Liberación no es un pensamiento muerto. Su heredero directo en la Argentina ha sido el MSTM (Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo) hasta 1974. Recién en 1985 sus miembros volvieron a reunirse cada año en lo que hoy es el OPP (Grupo de Sacerdotes en la Opción por los Pobres). En él, cerca de 400 curas en todo el país luchan contra la marginación y la injusticia social por la participación democrática.
Dentro de esta línea, Joaquín Piña (obispo emérito de Puerto Iguazú) y Miguel Hesayne (obispo emérito de Viedma), junto con los fallecidos Jaime de Nevares y Jorge Novak, son los nombres más conocidos.
“En lo político la Iglesia Católica ha asumido el papel de mediar entre los conflictos sociales, ocupándose de un campo que incumbe a la política partidaria y que como tal da prueba de la incapacidad del sistema político actual. Así también, muchos sacerdotes, caso más emblemático Joaquín Piña en Misiones, han incursionado en el terreno electoral”, sostiene el Padre, quien considera que “el catolicismo contestatario se expresa de diferentes formas. Ya desde el ‘Menemato’ había estructuras político-partidarias ‘alternativas’ desde las cuales los curas actuaban y que aún hoy existen. Muchos se han desvinculado de los partidos políticos para trabajar directamente desde la sociedad civil, como las ONG, que en más de un tercio están constituidas o dirigidas por militantes católicos”.
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