lunes, 20 de octubre de 2008

Yo veo al futuro repetir el pasado

por Daniela Casaretto



América Latina, tierra de mestizajes e hibridaciones por doquier, alberga ignotas y milenarias tradiciones ajenas al avasallo de la modernidad. El capital no reina sobre el globo entero. Hay intersticios, sobrevivientes, desvíos. Es por ello que, la Manka Fiesta, feria andina del trueque, tendrá lugar una vez más entre el 18 y el 26 de octubre en la ciudad fronteriza de La Quiaca.

Desde tiempos remotos, previos a la llegada de los conquistadores, unos 2.000 aledaños se han reunido cada tercer fin de semana de octubre para intercambiar el excedente de su pequeña producción artesanal. Nativos de todas las regiones andinas se acercan a esta Fiesta de las Ollas para abastecerse de bienes y productos extraños a sus tierras de origen. Cacharros de barro, como tinajas, platos hondos y cazuelas predominan por sobre la exótica multitud de objetos ofrecidos en esta tradicional economía de trueque.

En micros, burros, camiones o camionetas, los feriantes llegan de todas las direcciones para socializar sus productos en este gran despliegue de reminiscencias medioevales. Muchos de sus hacedores se acercan a participar de este multicultural encuentro desde zonas ajenas a la energía eléctrica. En uno u otro puesto puede sentirse el olor al charqui o la chalona, carnes de llama o cordero conservadas exclusivamente en sal.

En el interminable surtido de alimentos repartidos en la feria, los colores de los maíces blancos, morados o amarillos, el trigo, la alfalfa, las semillas de quinoa, los múltiples tubérculos y las frutas secas o desecadas, no pasan desapercibidos a la vista. Todo se conjuga, por las noches, con las alegres carpas de bailes y copleros.

Este año, el intendente de La Quiaca, Ernesto Daniel Suárez, ha reconocido el valor de esta práctica antiquísima. Por primera vez, en los 101 años de existencia del pueblo, ciertas comodidades de la vida moderna se añaden a esta arraigada tradición popular: luz eléctrica, baños químicos, personal de salud y seguridad se reunieron en un predio asignado al desarrollo de la Manka, en la estación del ferrocarril.

Hoy por hoy, sus visitantes son sus propios protagonistas. Quizás no falte mucho para verla convertida en un redituable atractivo turístico. La intendencia apuesta en tal dirección. Las transacciones monetarias apenas han comenzado a filtrarse en esta sencilla economía rural.

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